Vivimos en un mundo donde las apariencias son lo que valen. Hemos aprendido que las cosas no son lo que son, que lo auténtico no es lo válido y que por poco esfuerzo podemos tener las cosas a nuestro alcance.
Estamos inmersos en el mundo de la copia, “de yo puedo tener esto” aunque no sea original. Hemos aprendido bien, “el corte y pega” de los documentos, y cuando en clase un profesor nos pide que hagamos un resumen de un libro o que desarrollemos un texto “no problema, tito Google lo soluciona todo”, nos vamos al texto y “cortar y pegar” todo es empezar.
En cuestión de segundos hemos resuelto lo que nos llevaría toda una tarde, y ese tiempo, precioso tiempo, donde debería aprender, lo uso como tiempo de ocio para desaprender.
Me llama la atención como esta nueva herramienta de “cortar y pegar” no solo es usada por los adolescentes o jóvenes. Los adultos, torpes en empezar con las nuevas tecnologías, hemos aprendido que “quedamos muy bien al cortar y pegar un pensamiento que alguien ha escrito anteriormente” y eso en el argot literario es un fraude. Se nos olvida que cuando pronunciamos o escribimos algo que anteriormente ha dicho o escrito alguien, debemos hacer alusión a dicha persona o texto, poniendo al final el título del libro y página donde se encuentra lo antes referenciado.
Hemos aprendido ciertas cosas, pero no hemos aprendido ciertas normas.
Es muy significativo esto del whatsapp. Nos mandamos multitudes de fotos de “frases animadoras”, texto ya hechos, frases que otro/a ha pensado, seguimos copiando lo copiado y eso, que no es algo que tú has pensado, lo envías de manera multitudinaria a “todos tus amigos/as” ¡y quedas de bien…
El mundo de la copia nos está haciendo ser copia de otros, nos están robando la originalidad, la verdadera emoción de plasmar en un texto lo que somos o sentimos, o lo que no somos y no sentimos.
Cuando en nuestra vida llega la reflexión de “quien soy” llega también la reflexión de quien quiero ser y cómo quiero ser para llegar a ser mejor persona. Llega el esfuerzo y el valor de enfrentarnos a nosotros mismos y trabajar en el cambio.
En la vida del creyente debe haber el mismo sentir que hubo en Cristo, debemos aprender a irnos a la fuente: LA PALABRA, y no conformarnos con el whatsapp de la mañana cómo texto que aplicar a mi vida. Es muy simpático (y es muy triste) .Algunos han sustituido el pan diario por el whatsapp diario y aplican a su vida unas pocas palabras, no leyendo la Biblia, sino teniendo los mensajitos como algo que guía su vida espiritual.
Debemos irnos a la fuente que nos inspira, LA PALABRA, y saber que somos seres originales y únicos porque Él nos ha hecho así. Debemos vivir el milagro de pertenecer a un mismo cuerpo donde todos somos originales pero dependientes los unos de los otros, colaboradores con un mismo fin y un mismo propósito. La iglesia es el lugar donde ponemos en práctica lo que recibimos de la Palabra y en la iglesia aprendemos a ver cómo Dios obra en la vida de las personas haciéndolas cada vez más parecida a su Hijo, Nuestro Señor Jesús. Sintámonos honrados por poder pertenecer a una Iglesia Santa, no por nuestros méritos, sino por la obra del Señor Jesús en la Cruz y en consecuencia en todo aquel que le recibe como Salvador y Señor de su vida.
Escrito por Chary Abril.